Hace algunos años me tope con un joven que se solía llamar escritor. En el tiempo en que mis días estaban con él, la escritura no era mi fuerte y solía ser deslumbrada por alguna carta narrativa romántica o un texto literario con mi nombre entre los personajes.
Eso sí, Diego tenía esa soberbia típica de un buen escritor con 2 “best seller” y honorarios grandísimos. Solo que él era un chico de 16 sin un sol en el bolsillo, muchas veces por comprar cigarrillos después del colegio. Esa soberbia que usa palabras complicadas para tratar de explicar cosas simples, solo para remarcar tu pleito con el diccionario.
Así solía jactarse de que él era más “culto” adornando y parafraseando en contextos que no eran necesarios. Ahora sé porque no tiene” best sellers “ y honorarios millonarios. Porque su soberbia no le dejó escribir para el pueblo para todos.
Ahora cuando leo sus textos de amor de hace 5 años atrás, me doy cuenta que él es mejor escritor que yo. Pero algo mejor que aprendí gracias a Diego es que en mi escritura, es para el pueblo ese, cholo e ignorante en el que vivimos TODOS.