“Acepta que soy parte de tu vida, prométeme que regresarasmañana, para amarnos a escondidas…”
-Justo la canción que tedediqué- Me dijo, cuando estaba sentada en el asiento de cuero de su autonuevo. -Todo es perfecto. Yo me zafé diciendo, esa versión no es la que memandaste, así no vale…
Y en cierto modo siempre fueron amantes, desdeel día que se conocieron en un salón de clases de la universidad San Ignacio.Cuando por ser cachimbos compartían todos los días el mismo salón en el segundopiso. Él la veía modelar todas las mañanas hacia su pupitre, ella lo veíaquejarse por los problemas de matemáticas que no podía resolver:
-Porque no me salen ¡¡Dios!! - Se preguntaba.
- ¡Por negro! – Respondía yo con un tono burlón.
Y entre la risa de todo el salón. Jahir volteabaa verme con una cara de molestia hipócrita (porque el primero que ese echaba areír era él) y yo le respondía con una mirada picara y una sonrisa desafiante.Ni él ni yo pensamos que en algún momento el nombre del otro formaría parte tanimportante en sus vidas.
Yo nunca pensé que esos primeros días de nuestraamistad el me veía con otros ojos, yo me valía de bromas para pasar tiempo conél, pero en el fondo me parecía una gran persona. Lo descubrí con el tiempo yesas típicas conversaciones de amigos entre horas universitarias. Le contaba demis amores adolescentes, esos de verano o de un par de meses, El me aconsejabacosa que yo no quería creer. Que el amor existía que era muy bonito y que algúndía lo sentiría.
Y no le creí, no quise, no lo concebía posible -almenos no en ese el momento- y se encargó de enseñármelo en persona, se enamoró.Era feliz y yo no. Me enseñó con el ejemplo que eso llamado amor existía. Yocon mi capricho habitual le decía lo que en un momento llegó a ser verdad, queno había finales felices, que su amor no era para siempre.
Y aunque en ese momento no lo admitía estaba muycelosa, de que él era feliz y yo no, que él tuvo razón y yo me equivoqué peromás aun que lo veía tan alegre pero no conversando conmigo sino tenía unafelicidad con nombre y apellido. En ese momento, no quise reconocer que sehabía vuelto un gran amigo o algo peor.
Una noche entre mi mejor amiga y yo planeamosuna pijamada con Jahir, su hermana y su enamorado. Tomamos algunos vasos deron. Hablamos de todo, fue una noche genial.
Y en cierto modo siempre fueron amantes, desdeel día que se conocieron en un salón de clases de la universidad San Ignacio.Cuando por ser cachimbos compartían todos los días el mismo salón en el segundopiso. Él la veía modelar todas las mañanas hacia su pupitre, ella lo veíaquejarse por los problemas de matemáticas que no podía resolver:
-Porque no me salen ¡¡Dios!! - Se preguntaba.
- ¡Por negro! – Respondía yo con un tono burlón.
Y entre la risa de todo el salón. Jahir volteabaa verme con una cara de molestia hipócrita (porque el primero que ese echaba areír era él) y yo le respondía con una mirada picara y una sonrisa desafiante.Ni él ni yo pensamos que en algún momento el nombre del otro formaría parte tanimportante en sus vidas.
Yo nunca pensé que esos primeros días de nuestraamistad el me veía con otros ojos, yo me valía de bromas para pasar tiempo conél, pero en el fondo me parecía una gran persona. Lo descubrí con el tiempo yesas típicas conversaciones de amigos entre horas universitarias. Le contaba demis amores adolescentes, esos de verano o de un par de meses, El me aconsejabacosa que yo no quería creer. Que el amor existía que era muy bonito y que algúndía lo sentiría.
Y no le creí, no quise, no lo concebía posible -almenos no en ese el momento- y se encargó de enseñármelo en persona, se enamoró.Era feliz y yo no. Me enseñó con el ejemplo que eso llamado amor existía. Yocon mi capricho habitual le decía lo que en un momento llegó a ser verdad, queno había finales felices, que su amor no era para siempre.
Y aunque en ese momento no lo admitía estaba muycelosa, de que él era feliz y yo no, que él tuvo razón y yo me equivoqué peromás aun que lo veía tan alegre pero no conversando conmigo sino tenía unafelicidad con nombre y apellido. En ese momento, no quise reconocer que sehabía vuelto un gran amigo o algo peor.
Una noche entre mi mejor amiga y yo planeamosuna pijamada con Jahir, su hermana y su enamorado. Tomamos algunos vasos deron. Hablamos de todo, fue una noche genial.
Siempre tuvo una manera muy tierna de tratar a sus amigas.Supongo que por eso ya no era la única que se había percatado de lo buenapersona que era. Esa noche antes de ir a dormir entre bromas un poco subidas detono y sorprenderlo a medio vestir, Me di cuenta que mis celos en algún momentono fueron de amigos.
Ylo callé, lo callé y lo metí en el fondo del mar para tratar de olvidar esaposibilidad. Lo veía entre clases ya no compartíamos el salón en el segundopiso pero aún nos veíamos muy seguido y muchas noches ese pensamiento me rondola cabeza antes de dormir.
El tiempo pasó y por cosas de la vida me tuve que ir de launiversidad y de todos mis amigos, ya con una relación al lado y con muchascosas en la cabeza no nos veíamos como antes. Las ideas –subidas de tono- demis celos desaparecieron. Pero siempre estaba aún en mi corazón como un granamigo. Un par de veces nos vimos en reuniones. Él ya sin pareja yo lo queríatanto que no podía evitar saltar a sus brazos y abrazarlo. Provocando los celosdel que en ese tiempo fuera mi enamorado, nunca me importó, nuca imaginé que enalgo sus celos retorcidos tenían razón, si nos viera ahora…
El verano pasado los dos nos fuimos de viaje, elantes y por más tiempo. Fui al festiusil y a su fiesta de despedida a tomarunos tragos con él, todos sus amigos ysu enamorada. Bailamos toda la noche sonreímos, yo me moría de celos y paradesquitarme comencé a coquetear con un chico de la fiesta, sin efecto algunopor supuesto, Sólo me quedé a la salida del bar con un taxi semi-pagado y unainvitación para pasar la noche en otro lado a la cual rechacé de inmediato.
Se fuey lo extrañé mucho todo un verano sin saber de él. Yo le mandaba mails desde Europay el no me contestó. Cuando regresé seguí con los mensajes pero nada. Pensabaen él pero como amigos. Los celos desaparecieron no consideré la idea desde esapijamada.
Un 14 de febrero lo vería de nuevo, después detantos meses, tanto para contarnos. Lo vi salir, salté a sus brazos –como decostumbre- lo abracé y le dije, Como te has atrevido a no llamarme ni nada todoeste tiempo. Su excusa fue que no tuvo tiempo, se volteo conmigo en brazos yles dijo a nuestros amigos: - Ya! Mójenla!!. Mis intentos, en vano, porlibrarme de sus brazos y evitar el agua me devolvieron esa sonrisa tan naturalque me sale cuando estoy con él. Con mi mejor amigo.
La pasamos muy bien jugamos carnavales, fuimos asu casa a una pequeña reunión y me contó de su viaje de las travesuras duranteestos meses. Yo hice lo mismo con mis experiencias. Las bromas subidas de tonoregresaron, pero él era diferente, ya no morían con una risa tímida como decostumbre. Esta vez me seguía el juego y la que terminaba huyendo era yo.
Entre broma y juegos me besó -si había cambiado-pensé, pero yo también. Lo extrañé demasiado tal vez era eso, me dije alcomienzo, pero solo me engañaba. Lo entendí cuando el juego de ese día seprolongó.
Nos veíamos casi seguido, a pesar de mi trabajo,quedábamos para ir al jockey a tomar un café. Yo traba de evadir esos besos quesiempre llegaban a lo largo de nuestra velada No podía evitar volver a tenerlo cerca mío. Memoría por pasar mucho tiempo al lado de él, pero sabía que esto no estaba bienque dentro de poco tendría que acabar..
Una noche, cuando conversábamos por la Web Cam,me dijo:
-Escucha esta canción, Victor Muñoz “Aescondidas”
Y comenzó a cantarla yo solo me reía y le decíano juegues con canciones que así me enamoro. Y en cierto modo me atrapó. Esedía no luché más.
Cada vez que lo veo busco cualquier pretextopara tener un rato a solas, en el taxi en su cuarto en algún centro comercial.Sentirlo contra mi piel. Seguir con el incansable juego de las bromas subidasde tono. Así pasan los días de su lado, de lejos como amigos pero entrenosotros como amantes. Es que en cierto modo siempre fuimos amantes, siemprenos amamos en secreto. Tanto yo a él como él a mí.
Aún somos amigos tan buenos como desde elinicio, aun salto a sus brazos cuando lo veo y aún pienso en él como mi mejoramigo. Aunque no estudiemos en el mismo lugar, aunque nuestro círculo de amigosno es el mismo, aunque el tiempo nos juego muy sucio. Aún somos los mejores amigos, pero ahoratambién lo pienso en muchas otras formas.
Un 14 de febrero lo vería de nuevo, después detantos meses, tanto para contarnos. Lo vi salir, salté a sus brazos –como decostumbre- lo abracé y le dije, Como te has atrevido a no llamarme ni nada todoeste tiempo. Su excusa fue que no tuvo tiempo, se volteo conmigo en brazos yles dijo a nuestros amigos: - Ya! Mójenla!!. Mis intentos, en vano, porlibrarme de sus brazos y evitar el agua me devolvieron esa sonrisa tan naturalque me sale cuando estoy con él. Con mi mejor amigo.
La pasamos muy bien jugamos carnavales, fuimos asu casa a una pequeña reunión y me contó de su viaje de las travesuras duranteestos meses. Yo hice lo mismo con mis experiencias. Las bromas subidas de tonoregresaron, pero él era diferente, ya no morían con una risa tímida como decostumbre. Esta vez me seguía el juego y la que terminaba huyendo era yo.
Entre broma y juegos me besó -si había cambiado-pensé, pero yo también. Lo extrañé demasiado tal vez era eso, me dije alcomienzo, pero solo me engañaba. Lo entendí cuando el juego de ese día seprolongó.
Nos veíamos casi seguido, a pesar de mi trabajo,quedábamos para ir al jockey a tomar un café. Yo traba de evadir esos besos quesiempre llegaban a lo largo de nuestra velada No podía evitar volver a tenerlo cerca mío. Memoría por pasar mucho tiempo al lado de él, pero sabía que esto no estaba bienque dentro de poco tendría que acabar..
Una noche, cuando conversábamos por la Web Cam,me dijo:
-Escucha esta canción, Victor Muñoz “Aescondidas”
Y comenzó a cantarla yo solo me reía y le decíano juegues con canciones que así me enamoro. Y en cierto modo me atrapó. Esedía no luché más.
Cada vez que lo veo busco cualquier pretextopara tener un rato a solas, en el taxi en su cuarto en algún centro comercial.Sentirlo contra mi piel. Seguir con el incansable juego de las bromas subidasde tono. Así pasan los días de su lado, de lejos como amigos pero entrenosotros como amantes. Es que en cierto modo siempre fuimos amantes, siemprenos amamos en secreto. Tanto yo a él como él a mí.
Aún somos amigos tan buenos como desde elinicio, aun salto a sus brazos cuando lo veo y aún pienso en él como mi mejoramigo. Aunque no estudiemos en el mismo lugar, aunque nuestro círculo de amigosno es el mismo, aunque el tiempo nos juego muy sucio. Aún somos los mejores amigos, pero ahoratambién lo pienso en muchas otras formas.
Las bromas subidas de tono se vuelven realidad en miimaginación antes de dormir y sus besos están aún en mis labios…
[En su auto nuevo; Lo besé, le dije que me moríapor él, que no es malo lo que hacemos que es demasiado bueno. “Que esto no está bien si quieres,arráncame este amor si puedes, acepta que soy parte de tu vida”.]
Salimos del auto a vernos con todos, saludamos y la nochepasó, como tantas otras, bailamos, reímos y jugamos como siempre. Todos sefueron a dormir creyendo que sólo somos muy buenos amigos. Mientras él y ella,–él y yo- en una misma cama nos burlamos de su ingenuidad.
Lexie